lunes, 21 de diciembre de 2009
Los días se atropellan y pasan sin avisar, los meses expiran sin darnos cuenta de qué nos decían. Y es que hay días que les robamos el protagonismo, que los relegamos a no ser más que 24 horas sucesivas, con el tic tac del reloj quedamos hipnotizados y se nos escapan las ganas y las fuerzas para hacer de ese día algo más que la sucesión infinita de segundos. Mirando al calendario, pensé: Qué triste la vida de los días, a tan sólo 24 horas se reduce su existencia, al doble paso de las agujas del reloj. Sin embargo, pensé, hay días que se hacen eternos, que parecen no tener fin. Y otros a los que parece que les han robado horas, que les han arrebatado la mitad de la vida y te quedas con ganas de más. Sabiendo que, a pesar de que le sucederá otro día, nada será comparable con el anterior. Hay días felices, días tristes, días en los que es mejor no haberse levantado y días en los que parece que todo el mundo se ha vestido con su mejor sonrisa. Días que quedarán grabados a fuego, y días que carecen de sentido.
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