viernes, 18 de diciembre de 2009
No te creo ni una sola de tus palabras bellas. Son como una mano de pintura sobre una pared descascarada por el tiempo. En vano intentan hacerme una caricia en los oídos sordos de promesas. No quiero creerte. Tu boca deja salir frases sin fundamento, sin lógica, sin prueba científica de veracidad. Tus ojos se cubren de un velo invisible que quiere disfrazar el vacío que esconden detrás. No puedo creerte. Mi mente, sitiada por la diosa razón, se rinde ante el frío cálculo y especula. Y todo lo mide. Y no te cree absolutamente nada, aunque mi corazón se muera de ganas.
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