viernes, 18 de diciembre de 2009
No voy a hablar de la felicidad. Ni siquiera voy a mencionarla. Prefiero hablar de cotidianeidades. Prefiero hablar del olor de las tostadas, del sol en una punta de mi ventana, en función privada, sólo para mí. Prefiero hablar del placer de una tarde de lluvia, de la agonía del día, de la comida casera. Prefiero hablar de mis mañanas domingueras, con libros, mate, medialunas, todo, todo en la cama. Prefiero hablar del olor a asado y de las tardes enteras a la sombra. Prefiero hablar del encuentro furtivo con un libro imposible, escondido desde hace años en el último estante. Prefiero hablar de fisuras por donde se filtran en cualquier momento las caras amigas. Prefiero hablar de noches de café, de viajes y de mochilas. Prefiero hablar de la propagación de risas, de las interminables discusiones en torno a lo absurdo. Prefiero revivir nuestros abrazos, besos. Prefiero hacer un intinerario de nuestros viajes quiméricos. Prefiero hablar de futuros inmediatos, de onomatopeyas inventadas, de estadísticas falsas. Prefiero hablar de vos con todos los personajes imaginarios que viven conmigo. Prefiero pensar en vos, y dispersarme y volver a pensar en vos, siempre. A vos. Te prefiero a vos.
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