lunes, 2 de noviembre de 2009
Y, sin embargo, mis días pasaban, y estaba espantado por su rápidez y me decía:¡Vamos, date prisa por ser feliz! Un día más, y ya no podrás ser amado. El espectáculo de la felicidad de las nuevas generaciones que surgían en torno a mí me inspiraba los arrebatos de la envidia más negra; si hubiese podido aniquilarlas, lo habría hecho con el placer de la venganza y la desesperación.
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