sábado, 27 de febrero de 2010
Hay momentos en los que sin saber por qué sentimos cómo todo sobrepasa una especie de límite. Una invisible frontera entre la realidad y aquello que deseamos, algo similar a un muro cuyos cimientos está inundado de diferentes y adversos sentimientos. Muchas veces no sabemos como deshacerlo... y nos frustramos. Pensamos que estamos encerrados en nosotros mismos, caminando sin rumbo hacia un lugar que desconocemos. Nos damos cuenta de que un muro gobernado por persistentes y embriagadores recuerdos muestra ante nuestros ojo aquel pasado del que nunca pudimos deshacernos, interrumpido por los miedos que plantea el porvenir. Hasta ayer nunca antes había sentido cómo el dolor te ahoga en un túnel cuyo fondo es el mismo abismo. El hecho de no saber afrontarlo es lo que me hace recapacitar sobre qué es lo que debo hacer. ¿Y si fracaso?, ¿y si todo sale mal? Riesgo, intuición, adversidad.... Tanto y tan poco resulta, finalizando en un juego de azar dónde la ignorancia domina cada parte del saber.
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