lunes, 1 de marzo de 2010
La vida es un sinfín de elecciones, algunas buenas otras malas, pero al fín y al cabo elecciones. Muchas veces no somos conscientes de la mayoría, porque, ¿qué se supone que es el hecho de estar aquí, ahora, escribiendo éste texo? Quizá no sea consciente, o quizá sí, de la mayoría de las cosas que eligo en mi vida. Resulta fácil asociarlas con el destino, quedando así, reprimido en él cualquier consecuencia. Pero, lo único que hacemos en realidad, es escaparnos de las decisiones que tenemos que afrontar, dejándolas pasar al compás del tiempo. Desaprovechamos la enorme virtud de poder escoger una forma de vida adecuada y relacionada con aquellas cosas que apreciamos, y no nos damos cuenta de que, hay miles de millones de personas que apenas se les permite tener una opinión propia sobre su vida. Viven atrapados en un manifiesto infierno, cuya lucha interior incita la motivación de desear finalizar aquel martirio. Los políticos, las leyes, dicen que el primer derecho fundamental, es el derecho a la Vida, pero, ¿qué valor tiene cuando son ellos mismos los que ni si quiera son capaces de protegerlo? Yo creo, que el verdadero misterio de todo ésto es que, no existe razón "coherente" (para ellos) para defender algo que a penas sienten, y que mucho menos padecen. Es más sencillo aparecen con una falsa sonrisa y decir un "no hay nada imposible" que ni si quiera ellos mismos creen. Ojalá algún día, el mundo rompa ese invisible lazo de mentira y respire una verdadera y pura felicidad. Una felicidad eterna de la que cada pequeño e insignificante ser humano sea capaz de gozar.
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