lunes, 1 de marzo de 2010
Los temores no son más que absurdos cómplices del miedo, aquel fuerte sentimiento capaz de dominar cada parte de las terminaciones de nuestro cuerpo. El miedo es una ilusión ilógica la cual reside en la subconsciencia de nuestro vago y profundo pensamiento. El miedo está ahí porque lo notamos, está ahí porque lo tenemos presente, pero, ¿y si encontráramos la manera de auyentarle? Podría decirse que existe un modo en el que hacer que eso suceda. Un modo total y completamente nuevo capaz de acabar con ese terrible sufrimiento. Un antídoto cuya fragancia es el perfume de una exquisita libertad; desear. Deseando y proponiendo el miedo cesa, ya que es el verdadero deseo el que rompe con la barrera amenazadora y acechadora que se introduce en nosotros. Hay veces en las que es necesario sentirlo, es necesario recordarnos a nosotros mismos que no somos más que indefensos humanos rodeados por diversas y desconocidas sensaciones por descubrir. Es necesario tener miedo, ya que sin él no viviríamos. En el fondo podría decirse que el miedo es vida, ya que la vida es un reto personal compuesto por obstáculos encaminados hacia méritos y logros. Si hay una cosa que jamás olvidaré, serán esas palabras exactas que un día surgieron y revolucionaron aquello que creía que tenía por nombre "miedo": El miedo no existe, ya que el ser humano de lo único que tiene miedo es del propio miedo.
¿Filosofía?, ¿libertad?, ¿sentido común?..... yo optaría más bien, por la coherencia aplicada en aquella monotonía rodeante equivalente a la realidad.
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