
Qué ironía es vivir atrapados en el tiempo, sabiendo y notando el modo en el que rápidamente avanza. Cómo un reloj sin minutero fijo, inconscientes pasan las horas, aterrando la vaga nostalgia que dejan a su paso. Es subrealista creer que siempre habrá un mañana, pero en el fondo es una meta personal basada en una fe que perdura cada instante. Quizá sea verdad, y no exista un mañana, pero, ¿por qué debemos preocuparnos cuándo seguimos aquí, ahora, vivos? Es una pena observar cómo todo pasa rápidamente, y ser incapaces de hacer nada para evitarlo. Estaría bien, sería increíble, auténtico, mágico, crear un modo nuevo que haga posible congelar todo por un instante, deteniéndonos en esos momentos repletos de auténtico éxtasis. Pero por desgracia, o por suerte, la vida pasa, creando un curso el cuál tenemos que aceptar, y no hay mejor forma de hacerlo, que viviendo cada pequeño instante cómo si fuera el último de nuestra más preciada existencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario