sábado, 19 de diciembre de 2009


Anoche no sentí ganas de abrazarte, algo me decía que ya no eras parte de mi vida aún sin intentar haberte sacado; se terminó. No me importó si no estabas conmigo, si tus excusas pretendían alejarme, si con tu ausencia querías destruirme, lo entendí. No me molestó que la besaras frente a mí, que intentaras hacerme sentir que no me necesitas, ya no me importan esas cosas. Sabía que tu intención era lastimarme, te importa más lo que dirán. Entendí, que ya no me querías, que podías sin mi y esta bien, se terminó. Tu orgullo no te deja aceptarlo pero, querías perderme porque ya me habías perdido.

Ya no necesito de tu compasión ni me asombra tu sabiduría. Puedo ser más de lo que pensé y planee para mí. Siempre me viste de lejos, despreocupada y poco interesada en vivir. Siempre el aspecto negativo resultaba más interesante, pero, necesito llorar para desahogarme de vez en cuando. Nunca me rendí frente a tus ojos, porque no quise que vieras desvanecer a esta inocente e ingenua criatura convenciéndote de lo cobarde que era. Pude darte lo mejor de mí, aunque poco valoraste mis intenciones de hacerte feliz, a pesar de que siempre supiste que me moría por vos, por hacerte bien y porque me aceptes. A veces deseo que nadie me viera sufrir, y otras veces a propósito salgo a buscarte con el corazón en la mano para despojarte de tu felicidad. Y sí, así es como me convertí en esta loca que aunque no quiere te extraña y te necesita como siempre. Así es como escribo una y otra vez para vos, sabiendo que ni siquiera pensás un segundo en mí, y por más cosas que hayas sentido por mí nunca fueron verdaderas. Nunca fuiste la persona que pensé que eras, me desilusionaste y ahora más que nunca, a pesar de todo esto, creo que nunca podrías haberme hecho feliz.

La vida es corta. Rompe las reglas. Perdona rápido. Besa lentamente. Ama verdaderamente. Ríe incontrolablemente. Y NUNCA te arrepientas de nada que te haya hecho sonreír.

No cruces la línea. No rompas, como tantas veces, la débil cinta que puse rodeándome, protegiéndome, con la inscripción frágil. Estoy en período de reparación. Estoy en período de mirar las heridas que nunca miré, y buscar de sanarlas, o al menos, dejar de profundizarlas. No rompas ahora, justo ahora, el silencio. No estires los brazos del tiempo para que vuelva a envolvernos, para que vuelva a contenernos, para que vuelva a hacernos alucinar con un paisaje bonito en el cual los dos cabemos perfectamente. No uses a tu favor mi debilidad. Porque sabés que si me sonreís, caigo de nuevo en la incertidumbre de perder cada uno de los motivos por los que me alejé de vos. No seas desleal. No manipules todo el material que te dí sobre mí, en todo este tiempo de idas y vueltas a tu isla. Quédate ahí, inmóvil, como siempre. Quédate inmóvil, pero completamente, sin usar siquiera las palabras, los gestos induciendo a la confusión. Quédate ahí, junto a tus miedos inmaduros, junto a tu grata certeza de saberte ajeno a los peligros que podría acarrearte el enamoramiento. Quédate contemplándote los ojos, transparencias sin fin donde se pierden los caminos que llevan a tu corazón, donde se oscurece el discurso y se vuelve tonta nadería. Quédate acariciándote a solas. Quédate amándote, con ese amor que te reconoce sólo a vos como punto de partida y como fin último, con ese amor que nace de tu piel y vuelve a ella, con ese amor que yo ya no necesito.

Me devolviste la tranquilidad, la calma. La dulzura de cerrar los ojos minutos y minutos, y confiar que un abrazo era lo más maravilloso que existía.

Puede que no sea el momento perfecto para decirte esto, puede que no sea exactamente lo que quieres escuchar, que no te lo esperes o simplemente que no te apetezca oírlo. Puede que sea demasiado pronto, o quizá demasiado tarde. Puede que quieras taparte los oídos o irte corriendo o incluso que quieras pegarme. Puede que me llames loca, o que cambies de tema tan rápido que pase el momento y mis palabras se vayan también. Puede que me esté enredando demasiado. Puede que lo único que quiera decirte es que te quiero.

¿Y si llego a quererlo? ¿Y si lo quiero mucho? ¿Y si ya lo estoy queriendo? ¿Y si queriéndolo mucho, él también me quiere? ¿Y si aún queriéndome, me abandona? Es decir, ¿y si todo lo que parece que va a salir bien llegara a salir mal? ¿Y si todas las ganas que tenemos, que nos dan fuerzas y nos motivan, de pronto se esfuman? ¿Y si se acaba el deseo? ¿Cómo controlar el malestar de ese momento? ¿Cómo sobrevivir a ese (aparente) holocausto? ¿Y si no sobrevivo? ¿Y si todo eso me muestra cuán frágil soy? ¿Y si mejor lo abandono? ¿Y si me evito dejarlo después, cuando sea aún más bochornoso? ¿Y si le ahorro tener que dejarme? ¿Y si economizamos tiempo y energía? ¿Y si mejor prevengo futuras frustraciones? ¿Y si mejor prevengo ... ? Alguien hoy dijo, el miedo siempre nos tiene pensando hacia adelante.

Si me pongo a recordar los principios de esta historia, me pierdo entre las nostalgias de lo que nunca se olvida. Y más duele saber que nos volveremos a ver pero que nunca será igual y que nuestra historia no va repetirse, porque lo sé, no vas a volver.

¿Otra vez? Sí, otra vez. Lo veo venir, de nuevo, y yo simplemente no quiero, siento que me harté, que estoy más frágil que nunca, que mi fortaleza se podría desmoronar en un santiamén. Por eso no voy a ponerla a prueba. Por eso te digo que NO, que cuando era tiempo hubo tiempo, tuviste tiempo y elegiste. Sí señor, elegiste. Tu vida y tus cosas, tu gente. Entonces, es como decía Benedetti en un poema: Te dejo con tu vida, tu trabajo y tu gente, con tus puestas de sol y tus amaneceres. Si pensás volver POR MI, como quien vuelve atrás porque olvidó un pañuelito tirado en la vereda, olvídalo. Si pensás volver POR MI, pensando en que lo hacés por mí, olvídalo. Estoy mucho mejor sin vos (aunque no lo entiendas, claro. Porque vos no lo entendés, porque vos NO SOPORTÁS, simplemente, estar solo. Estar sin un beso femenino sobre los labios, aunque ni siquiera sientas amor por ellos) . Ahora mis horas y mis días me pertenecen. Tengo entre las manos un puñadito chiquitito de sueños que no renuncié cuando te desviaste del camino, cuando me dijiste hasta acá puedo (sin decirlo, claro. Porque a vos las palabras casi siempre te costaron) . Te dejé atrás, porque sé que ni el cariño, ni las promesas de amor eterno bastan para hacer que otro se juegue por vos (quizás una causa que ya se considera perdida de antemano, o poco valiosa simplemente) . Lamento decirte, muchacho, que mi presente no tiene lugar para tu rostro y tu cuerpo, tu abrazo, tus miedos, tus deseos, tu espacio reducido para mí. Se acabó lo que se daba. Se agotó la fuente, y ya no me siento responsable por tu sed.

Y es que sucede que a veces, al menos a veces, es necesario hacer ciertas cosas, llegar a ciertos lugares, para empezar a irse de ellos. A veces, es necesario besarte para despedirte. Decirte hola para pensar en adiós. A veces es necesario conocernos, para empezar a olvidarnos. Son las reglas del juego. Son las leyes de la vida. Son las injusticias que quizás nos pueblan y van dejando de conmovernos. Soy yo, que ya no sufro tanto las caídas. Sos vos, que quizás ni siquiera te caés tanto como me caigo yo, todavía (aunque preferiría haber aprendido justamente eso, a no caer, en lugar de a no llorar cada vez que caigo) . Es la vida, sólo eso.

Yo no busco al amor de mi vida, yo no busco perfección, ni sueño con el príncipe azul, no importa cuántos sean sus defectos, mientras logre hacerme sonreír, a pesar de mi malhumor, no importa cuán demostrativo sea, mientras encuentre la forma de expresar todo su amor.

Lloré hasta sentir las lágrimas secarse en mis dedos. Lloré hasta respirar profundo y darme cuenta de que ya nadie me hacía bien. Lloré hasta entender que estaba sola y desprotegida en este lugar. Lloré hasta perder la conciencia y sentirme completamente inútil. Lloré, porque comprendí que nada era capaz de hacerme sentir viva y, hasta a veces, poder arrancarme una sonrisa; nada podía ser tan sorprendente y real al mismo tiempo. Lloré porque sentí tu ausencia, esa que hasta hoy nunca había estado, y por fin logré darme cuenta de que en realidad, aunque me cueste aceptarlo, no es culpa de nadie ni de nada lo que me sucede. Lloré, porque por primera vez en mi vida me sentí realmente sin apoyo, sin amigos, ni nadie a quien recurrir cuando la soledad corta mis palabras y ahoga mi respiración, gozando una dulce venganza de mis errores y tropiezos. Y fue así como me ví de nuevo en esta habitación tratando de recordarte, recogiendo los pedazos de tu boca, armando de a poco tu risa y sepultando otras voces, para poder entre ellas distinguir tus susurros; y sin querer entenderlo, cuando ninguna de las fichas encajaba, entendí que te había olvidado y que además, había olvidado tantos sueños y tantos otros recuerdos felices. Lloré, porque sólo tenía viejos recuerdos, algunas imágenes borrosas de las que casi no distinguía tu lejana y triste mirada. Lloré hasta creerme feliz por un instante, hasta que sin motivos empecé a reír sin parar, sin llegar a entender completamente que estaba haciendo. Lloré hasta verte al lado mío, secando con tanto amor mis lágrimas, tratando de aliviar mí llanto. Lloré, porque de alguna manera me estaba resignando a seguir cada minuto y cada segundo sin tu compañía. Lloré porque creía sentirme fuerte y comprendí que vos me dabas esa fuerza capaz de hacerme sentir el aire rozar con mis labios; lloré porque nunca te diste cuenta de que todo lo que hacía era solamente por vos, porque nunca sentí que mi esfuerzo era suficiente para que te sintieras orgulloso de mí. Lloré, porque vivía cada día sin vivirlo, creyéndome feliz, convenciéndome de que todo lo que hacía estaba bien. Vivía sólo para entregarte hazañas, mis energías, mi vida en un segundo y poder sonreír al saber que te quedarías sólo por mí. Y después de eso, volví a entender que cada cosa que hacía era inútil, que a nadie le importaba verdaderamente lo que hacía o dejaba de hacer. Y lloré, para descargar de una vez por todas, todo el dolor que me ocasionaba sentirme tan poca cosa, de pronto me había olvidado de cómo era sentirse orgullosa de una misma, lloré porque te extrañaba por primera vez y no podía hacer nada para recuperarte. A pesar de mis intentos siempre hay algo que supera mis fuerzas y me derriba haciendo caer una y otra vez de la misma forma, en el mismo lugar, lastimando mi dignidad. Fue así, que al saber que te habías ido perdí todas las ganas de seguir; tal vez me acostumbre demasiado a tenerte cerca y a que me transmitieras cada día un poquito de tu filosofía, porque de cada día hacías una historia diferente. Antes de que llegaras no confiaba en nadie, ni siquiera en mí, y la verdad es que siempre supe que algún día te iba a perder, porque lo bueno nunca dura mucho (al menos para mí) y lloré como tantas otras veces, a escondidas, para no defraudarte. Lloré, porque te necesitaba más que nunca, más que siempre y la noche recién comenzaba.

Se decreta que todos los amantes, independientes de cuál sea su sexo, quedan advertidos de que el amor, además de ser una bendición, también es algo extremadamente peligroso, imprevisible, que puede acarrear serios daños. Por lo tanto, quien tenga intención de amar, debe ser consciente de que está exponiendo su cuerpo y su alma a heridas de muy diferentes tipos, sin poder culpar de por ello a su pareja en ningún momento, puesto que ambos corren el mismo riesgo.

Si me vas a dejar, ahórrate el discursillo, no me digas cosas que no sé si las podré soportar. Si me vas a dejar, no me ofrezcas sueños, alegrías e ilusiones ni sonrisas en forma de flores. Si me vas a dejar no me ilusiones ahora ni vengas a verme a mi ventana, y vete ya de mis sueños, déjame como al principio. Si me vas a dejar, hazlo esta noche dejándome el recuerdo de un beso, que no podré borrar, la alegría de un abrazo que no volveré a sentir, y la ternura de una caricia que no volveré a vivir.

Te propongo que me despiertes cada mañana sacando la mejor de mis sonrisas, a cambio te ofrezco el último beso antes de dormir. Te propongo un viaje a la luna surcando estrellas y planetas, a cambio te ofrezco sueños, caricias, besos, mimos. Te propongo una ilusión nueva, a cambio te ofrezco un viejo amor. Te propongo huír al infinito y que estés junto a mí, a cambio te ofrezco mi mano para agarrarte y no dejarte caer, mis labios para besarte y no dejarte llorar, mis caricias para secar cualquier lágrima posible y mis sueños para que sueñes junto a mí.

Creí que tus palabras eran sinceras y que cuando me hablabas de tu vida era porque de alguna forma, esperabas que algún día formase parte de ella. Porque cuando me contabas tus problemas, era porque querías que te ayudara, porque poco a poco iba formando parte de tí. Pretendí entender tus noches de locura y me reía contigo cuando muchas veces no tenía gracia. Te defendía ante los comentarios hipócritas de la gente que me daban a entender que tus noches eran demasiado largas. Sólo quería que supieras que estaba ahí y que si algún día querías que formase parte de esas noches lo iba a hacer encantada. Tu error fue dejarme escapar, pese a tu juventud avanzada y saber perfectamente que me tenías, dejaste que aprendiera a convivir con mis heridas hasta el punto en que te olvidaste de seguir rodeándome con los brazos y me dejaste libre. Tanto fue lo que te olvidaste de seguir queriéndome, que ni tus palabras a tiempo, ni tus sonrisas ensayadas, ni la más sinceras de tus miradas pudo convencerme para volver y aunque quizá sé, que ahora tú vuelves a ser mío, también sé que yo tuya no lo seré nunca más.

Vuelves. De nuevo apareces exigiendo el lugar que tienes en mi vida. De nuevo mil lo siento preparan tu regreso. Y me digo que no estaré para recibirte. Vuelves. Y de nuevo consigues que por un segundo te lo perdone todo a cambio de una sonrisa. Vuelves. Reapareces con un Hola, ¿Cómo estás? como quien acaba de irse. Como si sólo unos minutos separaran tus labios de este momento. Vuelves. Presionas para que te deje entrar. Y haces que me convierta en una abogada ante mí misma. Vuelves. Empujas. Exiges. Vuelves. Y de nuevo tu sonrisa se dibuja en mi mente y el dolor desaparece. Estás como si jamás hubieses dejado de estar. Como si te hubieses levantado justo esta mañana y me hubieses dicho: Hasta el mediodía, cariño. Y yo te veo volver y he de reprimir mi cara de idiota y los deseos de decirte hola de nuevo. Vuelves, pero ya no debo estar aquí esperándote. No debo permitirme a mí misma volver a creerte. No debo perdonarte, aunque me lo pida a mí misma. Vuelves, pero jamás para quedarte. Vuelves, y si te dejo volver, volverás a irte. Vuelves, y yo no debo estar aquí esperándote.

No pretendo que te desvelen las ansias de verme, no quiero que te acerques aunque yo también lo desee. No pretendo atrubuirte mis mañas y caprichos ni hacerte el único culpable de mis enojos. No quiero sentir que no tenemos nada en común, que lo que diga el resto de la gente a quién le importa, si sabemos que para nosotros no habría lugar más hermoso ni segundos mejores invertidos que los que pasan estando juntos. No quiero remontarme al cómo, ni al cuando que de esto ya no hay nadie que pueda decirlo con palabras mejores que las tuyas. No me puedo dar el lujo de desperdiciar cada cosa que me dicen tus caricias, no me interesa ahorrarme cada beso, empeñar ilusiones sin devoluciones, que de esto ya no hay nadie que pueda decirlo con miradas más sinceras que las tuyas. Aunque no me digas nada, aunque yo no diga nada sabemos bien que es lo que pasa. No pretendo seducirte con palabras mediocres porque no hace falta que lo escriba y describa adornando oraciones, diciéndolo de mil formas diferentes, de un lado a otro, gritándolo a quien de verdad no le importa. Sabemos que a nosotros sí.

Tengo miedo de no encontrarte, miedo de perderte, o bien de nunca haberte encontrado. En realidad tengo más miedo de mí que de tí, de este mundo inexistente, irreal, mundo de sueños que no despiertan, de verdades errantes, de ilusiones púrpuras e indefensas, de canciones mudas, de nombres vacíos, de vacíos continuos, de esperanzas permanentes, porque es lo único válido para sobrevivir en este mundo.

Ya no encuentro más suspiros, ni cielos, ni infiernos. Mis lágrimas piensan no inundar nunca más la cama. Tomo fuerza, abrazo la guitarra y me incendio, señal de que te estoy olvidando y señal de que mi imagen en el espejo, vuelve a aparecer. Agarro la agenda, arranco la hoja con tu número, rayo las paredes con nuestros nombres. De pronto esos símbolos se tornan el centro de mi resistencia. Tu nombre rasgado, tu olvido en mi bolsillo, el alma que ya no es de cristal. Ya es tiempo de sacarme de tu viento y recorrer sin limites, ya es hora de despedirme de nuestra historia. Me rindo, me rindo por que no me dan más recuerdos y por sobre todo porque yo si te quise, me rindo porque con vos no había ningún camino que me llevara al cielo, nunca mis siete lágrimas llegaron a derramarse junto a las tuyas. Hoy ya no quiero mas extrañarte, sólo quiero romper las cadenas que suelen tener mis ojos a tu retrato, y espero poder lograrlo.

Quiero que mi vida sea de ésas que se inmortalizan en un libro, o en una película (quién no ha soñado alguna vez con ello) . Pero creo que si fuese un libro, no sería un bestseller o, si fuese un filme, no sería de grandes efectos especiales, no. Si tuviese que escribir sobre mi vida, ésta sería la unión de muchas historias de la vida cotidina, de los pequeños milagros diarios, como a mí me gusta llamarlo. Quizá no haya hecho nada para cambiar el mundo, pero todos tenemos algo que contar, algo que nos gustaría dejar para la posteridad, para que cuando nuestro cuerpo se haya convertido en mil partículas volátiles, alguien nos recuerde. Es por ello que las palabras son una manera de hacernos eternos, de no caer en el olvido. Me gustaría que en el libro de mi vida se hablase tanto de aciertos como de mis fallos y mis errores. De mis virtudes y mis defectos, de mis alegrías y mis penas, de mis manías y mis gustos. En resumen, de mi condición de humano y por tanto, de la imperfección que eso conlleva. Que quise con locura, que alguna vez me quisieron. Que me rompieron el corazón en más de una ocasión, que hice mil y una locuras por amor. Que todavía tengo espinitas clavadas y probablemente nunca me desprenda de ellas. Que si no vuelve, nunca fue tuyo, y que si vuelve, es tuyo para siempre. De lo que pudo y no pudo ser. De porqué te marchaste. De las cosas que nunca te dije y de que nunca te olvidaré. De si alguna vez piensas en mí. De si retrocediese en el tiempo, haría las cosas de otra manera y nos daríamos otra oportunidad. Que así es la vida, con su cara y su cruz.

Cómo decirlo, el problema. No, no creo que lo seas, sos mejor dicho, la solución, yo soy el problema, yo soy el dilema y la complicación, que raro, me dí cuenta que te estás convirtiendo en mi inspiración y sin siquiera saberlo, es más grave de lo que pensaba, es paradójico pensar que quiero y no quiero enamorarme de vos, espero que el resultado no me afecte como otros, y si algún dia me querés como supongo en poco tiempo si sigo así, yo lo voy a hacer, espero que me haga feliz. Y yo me conformo con tan poco, con solo verte un segundo, de reojo aunque sea, con solo tener la esperanza de que algún dia pueda decirte todo esto a la cara y me sonrías, me mires a los ojos y me digas que sentís igual, por más que sientas una ínfima parte de lo que yo siento, me contento. Lo he vuelto a hacer, a soñar despierta, con tu estampa al frente, no lo puedo evitar ya ves, y este es mi cable a tierra, donde puedo desahogarme, y tal vez lo estés leyendo sin siquiera saber que es para vos, que irónico, verdad? Empecé esta confesión odiándome por sentirme así, continué divagando y finalizo como todos los primeros pasos de las enfermedades. Finalizan, aceptando. Acepto que no puedo evitar esto, acepto que no puedo escapar de mi propia mente ni evadirme tampoco, reconozco que no puedo obviar mis propias ilusiones porque por algo están, y aunque yo las haya creado y mi alrededor las haya extendido hasta las más remotas fronteras de la perspectiva humana, existen y no puedo ignorarlas, acepto que no puedo huír de la verdad, no puedo apartarme de la realidad, y si esta es mi realidad, la acepto. Acepto al fin y al cabo que yo no manejo, que es el destino el que está al volante, que es la fortuna la que tira mis cartas, y la suerte la que las baraja, rumbo incierto el que me merezco, nebuloso el camino que recorro, confuso es el aire que me toca respirar, pero lo acepto y me hecho a las manos del que esté a cargo de mi vida. Por favor trátala bien, es la única que tengo.

A medida que pasa el tiempo, te das cuenta de cómo van cambiando las cosas. El día de hoy, ya no crees lo mismo que pensabas ayer. Lo que sientes hoy, es diferente a lo que sentiste tiempo atrás. Las personas que quisiste, o creíste hacerlo ahora pasan a ser parte de tus recuerdos, y todos esos ‘te quiero’, ‘eres el amor de mi vida’, te das cuenta que no son cierto. ¿A cuántos se los dijiste, y pensaste que era la persona indicada? Sí, fueron muchos quizás, y sí, te equivocaste. Porque el día de hoy te diste cuenta de que esa persona que creíste querer, ya no está, que la persona que pensabas que era el amor de tu vida, ya ni siquiera se te cruza por la cabeza. Y es que las personas cambian, el tiempo avanza, los sentimientos varían y cada día, con cada cosa que te pasa aprendes algo, que influye en tu manera de ver la vida. ¿Cuántas veces sentiste que se te venía el mundo abajo porque la persona que creías amar se marchaba de tu vida? ¿Qué hiciste? Lloraste, pataleaste, sufriste, te amargaste. Pero el tiempo pasó, y poco a poco la herida sanó. Conociste a otra persona que te devolvió la alegría, la esperanza, la ilusión y ese sentimiento que tanto querías enterrar, renació. Volviste a sentirte con vida, volviste a creer en el amor. Pero ya no era la misma persona, era otra. Y pudiste decir de nuevo, ‘te quiero mi amor’. ¡Cómo es de irónica la vida! Muchas veces nos tropezamos y nos golpeamos tan fuerte que quedamos inconscientes. Pensamos que ya nada tiene sentido, el motor de vida se apaga, te viene el desgano, la rabia, la impotencia, la desilusión y la decepción. Juras no volverte a enamorar. Empiezas a desconfiar, empiezas por jugar y pasarla bien, pero luego la ruleta de la vida te pone a otra persona que te devuelve todo aquello que te quitaron tiempo atrás y el ciclo se repite.

Despues de ti no hay nada MAS

Despues de ti no hay nada MAS

Cuando pienso que el mundo es frio, triste y cruel, aparece alguien como vos y arruina todo GRACIAS!

Empezaron a atormentarme una serie de reflexiones que no se me habian ocurrido antes

Empezaron a atormentarme una serie de reflexiones que no se me habian ocurrido antes
no sabia que me proponia a herirlo tan despiadadamente

Esta actitud puede parecer una locura, pero se verá hasta que punto estuvo justificada...

Esta actitud puede parecer una locura, pero se verá hasta que punto estuvo justificada...
Tambien el parecia estar solo

No pasa nada, estoy mas normal que nunca y SIEMPRE escucho esta cancion

No pasa nada, estoy mas normal que nunca y  SIEMPRE escucho esta cancion
El amor es como las plantas, necesita agua, luz, y muchos cuidados

Hablas y no te escuchas, deberias aprender que esto no se basa de pretextos

Hablas y no te escuchas, deberias aprender que esto no se basa de pretextos
Es que no existe modo de perderme en tus silencios cuando callas ese te quiero

Y llegaste tu y me has inundado mi alma de tranquilidad

Y llegaste tu y me has inundado mi alma de tranquilidad
Me has llenado el corazon de vida

Si te sientes perdido con tus ojos no has de ver, hazlo con tu alma y encontraras la calma

Si te sientes perdido con tus ojos no has de ver, hazlo con tu alma y encontraras la calma
Siento del viento celos por acariciar tu cara cada mañana