sábado, 27 de febrero de 2010
Con ese toque de inocencia en su mirada, acogiéndome con su cálida sonrisa purifica el rencor que persiste en mi corazón. Él, con un extraño toque familiar, un espejo de los reflejos que acuden mi alma a gritos... Él, una vida marcada por un destino inundada por la esperanza perdida de los más débiles... Él, arrogancia de los desamparados, terrible y envidiablemente perfecto en todos y cada uno de sus sentidos.
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