sábado, 27 de febrero de 2010
-Una torrencial lluvia inundaba aquella noche la cuidad. El contacto de las pesadas gotas repercutía sobre los viejos cristales, creando así una repetitiva melodía. Cada gota contenía una pizca del paraíso que se mostraba ante mis ojos, vestido de un oscuro color. Aquella noche el negro inundaba la claridad del cielo, y las esponjosas transparentes nubes destellaban la humanidad. Debajo de mil luceros y alarmantes rayos me encontraba yo. Vacía y triste, vagando por la búsqueda de un mundo mejor. Todo cuándo me rodeaba se hallaba destruído. El planeta dónde me encontraba era un falso refugio con un fondo abismo sobre el cuál ahogar las penas. Quería correr, necesitaba correr y escapar de ahí. Gritar, chillar y expulsar la ira que llenaba mis venas de pura adrenalina. Pero no podía, me resultaba imposible. Y ahí estaba; parada, vacía y triste, soñando con esperanzas que día a día se desvanecen al compás de ésta realidad que nos rodea...-
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